La tos constituye un mecanismo fisiológico reflejo de defensa del aparato respiratorio, que aparece en respuesta a multitud de estímulos (mecánicos, químicos, inflamatorios, térmicos, etc.) y cuya finalidad es, esencialmente, limpiar el árbol traqueobronquial de secreciones, cuerpos extraños, etc.
Llamamos tos crónica a aquella que tiene una duración mayor de ocho semanas y es el síntoma más frecuente en la práctica médica ambulatoria.
Puede ser un síntoma de una enfermedad subyacente, como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la bronquitis crónica o la enfermedad de reflujo gastroesofágico (ERGE).
La tos crónica también puede ser causada por factores ambientales, como la exposición al humo del tabaco, la contaminación del aire o el polvo. Además, ciertos medicamentos pueden provocar una tos persistente, como los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), que se usan para tratar la presión arterial alta.
La tos persistente y excesiva es agotadora y puede conducir a diferentes complicaciones como vómitos, síncopes, dolores musculares o incluso fracturas costales; en ocasiones puede agravar patologías previas como hernias de pared abdominal o incontinencia urinaria. También tiene efecto psicosocial, como el impacto negativo en las interacciones sociales.
El hábito de fumar está muy vinculado a la tos crónica, pues existe una prevalencia de tos crónica 3 veces más alta en los fumadores, que en los que nunca han fumado o los exfumadores.
El tratamiento de la tos crónica es principalmente, el tratamiento de la causa.
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