lunes, 19 de septiembre de 2022

La señora de Mellyn


Inglaterra, a caballo del siglo XIX. Marta Leigh —una joven seria, sosaina y, para más inri, poco agraciada— abandona su ciudad natal y toma rumbo al Oeste, hacia las agrestes tierras de Cornualles, con objeto de trabajar como institutriz de la indomable retoña de un terrateniente de la zona, Conan Tremellyn, amo y señor de un vetusto castillo (amén de viudo interesante). Desde el mismo día de su llegada, la joven se apercibe de que algo extraño debió de suceder tiempo atrás entre los pétreos muros que ahora la alojan. Se trata de un misterio del que parecen partícipes tanto los allegados a la familia como la servidumbre de la casa y que parece estar íntimamente relacionado con la trágica desaparición de la esposa de castellano. El choque frontal inicial con padre e hija dará paso, con el tiempo, a una relación de mutuo respeto y distante cordialidad. De este son, la institutriz se irá granjeando la confianza de criados y vecinos, y, con ella, vendrá la revelación de rumores, hablillas y otros secretos referentes a la difunta cónyuge de su jefe y a sus circunstancias. Casi sin comerlo ni beberlo, Marta Leigh se verá a partir de ese momento arrastrada por un rosario de intrigas que la conducirán de lleno hacia la tortuosa verdad que impregna todo el castillo, desde sus hondos cimientos hasta el más alto de sus pináculos.

Opinión: 

Cuenta muy bien la problemática de las mujeres de clase alta en la Inglaterra del siglo XIX, si perdían a su familia o su dinero solo tenían dos opciones, casarse o trabajar como institutriz. 
La protagonista tiene que trabajar como institutriz en una casa en la que hay una muerte sospechosa. Poco a poco se va esclareciendo el misterio, aunque está a punto de perder algo mas que el empleo. 
Muy entretenida. 

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Parásitos intestinales.