lunes, 11 de septiembre de 2023

Prevención de la obesidad

   
Prevención de la obesidad 

Un estudio realizado en España en 2012 determinó que la prevalencia (porcentaje de personas que sufren una enfermedad con respecto al total de la población) de sobrepeso en niños de 8 a 17 años en 26% y la de obesidad en 12.6%. Eso quiere decir que uno de cada cuatro niños en España tiene sobrepeso y uno de cada ocho tiene obesidad.
Tanto el sobrepeso como la obesidad son causas importantes de enfermedades en el niño, como diabetes mellitus tipo 2, dislipemias, enfermedades cardiovasculares, apneas del sueño. Enfermedades que antes solamente se observaban en la edad adulta.
Además de la gran estigmatización que sufren estos niños. Sus compañeros les llaman gordos y cuando juegan, siempre son los últimos en ser elegidos.
Otro problema es que la obesidad de estos niños tiende a persistir a lo largo de los años (fenómeno denominado “tracking” y tienen predisposición a ser obesos en la edad adulta.
Para poder identificar el sobrepeso y la obesidad, se utilizan unos valores de IMC (índice de masa corporal) a partir de los cuales podremos hacer este diagnóstico, estos valores son válidos para todos los individuos adultos. Sin embargo, en los niños estos valores no pueden tener en cuenta solamente el peso y la talla, sino que deben además estar referenciados al sexo y la edad. Para ello se utilizan unas curvas y percentiles de referencia, los valores entre el 85 y 95% se considerarían sobrepeso y los valores por encima del 95% serian obesidad.

Causas.

La causa fundamental del sobrepeso y la obesidad, desde un punto de vista simplista, podríamos decir que es un desequilibrio energético entre calorías consumidas y las calorías gastadas. Aunque en realidad es una enfermedad compleja en la que influyen tanto factores genéticos como ambientales, siendo más importantes en su desarrollo los factores ambientales. He leído el símil de que los factores genéticos son como la pistola y los factores ambientales serían las balas. Podemos tener una predisposición a ser obesos, pero son las circunstancias que nos rodean las que hacen que el problema se manifieste.
De forma global se ha producido un abandono de la dieta tradicionalmente mediterránea caracterizada por un alto consumo de vegetales, frutas, legumbres y carbohidratos complejos; con un moderado consumo de pescado y el uso del aceite de oliva como principal grasa. Dando paso a un aumento de la ingesta de alimentos de alto contenido calórico ricos en grasa saturada, a menudo además publicitados de forma agresiva. En España, según el estudio Enkid (2010) son factores determinantes de la obesidad en la población infantojuvenil el elevado consumo de productos de bollería industrial y de otros alimentos ricos en grasas, el bajo consumo de frutas y verduras y un estilo de vida sedentario.
Los niños no alcanzan las 7 horas semanales de ejercicio físico a una intensidad media-alta que recomiendan los estudios. Este descenso en la actividad física es debido fundamentalmente a la aparición de las nuevas tecnologías, los nuevos modos de transporte y la creciente urbanización. Estudios realizados para valorar la actividad física, como el estudio AVENA en 2005, indican que la población infantojuvenil en España es la que menos ejercicio practica de Europa en horario extraescolar

Qué podemos hacer en casa.

En los últimos años ha aumentado el consumo de los hidratos de carbono simples. El trabajo, las prisas, etc. han hecho que muchos niños lleven al colegio como almuerzo bollos, galletas, cereales y repostería industrial en general, que nos parecen mucho más fáciles de preparar, pero no es verdad, nos cuesta lo mismo meterles en la mochila un bollo que un plátano o una manzana.
Las bebidas azucaradas han pasado a formar parte de la dieta habitual de muchos niños. Hay muchos niños que toman zumos comerciales en el almuerzo, y también hay muchos niños que comen con refrescos. ¿A que a nadie se le ocurre regar una planta con un refresco?, ¿a que todos utilizamos agua para refrescar nuestras plantas? ¿entonces por qué utilizamos refrescos para refrescar a nuestros hijos?
La permisibilidad de muchos padres ha llevado a que muchos niños reduzcan al mínimo e incluso abandonen el consumo de frutas y verduras. En algunos colegios se está haciendo un programa de desayunos saludables, y algunos padres comentan que a su hijo no les gusta esta o la otra fruta y se ofrecen a poner unas galletas en la mochila el día que coincida con esa fruta. Señores, que de eso se trata, de sustituir las galletas por fruta, no al revés. Si tiene problema con una fruta, cámbienla por otra, pero no por galletas.
El aumento del consumo de comida precocinada, ha llevado a un aumento del consumo de grasas saturadas. En muchas familias se oye la excusa de la falta de tiempo para cocinar y por eso se dice que se ha aumentado el consumo de comida rápida. Pero esta afirmación es falsa, cuesta lo mismo freír un producto precocinado que poner un filete de ave o pescado a la plancha y mucho más de lo que cuesta hacer una ensalada. Con la diferencia de que en España tenemos una fuente de lípidos de una calidad reconocida universalmente por los científicos, el aceite de oliva y en concreto el aceite de oliva virgen extra.
Las raciones de pescado en la dieta de muchos niños son muy reducidas y en algunos casos inexistentes. No se cumplen las recomendaciones de dos raciones de pescado azul a la semana, lo que contribuye a que los niveles de vitamina D sean deficitarios.
La comida en los niños puede estar repartida en cinco tomas: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. Así ayudaremos a disminuir la ansiedad por la comida que tienen algunos niños y evitaremos el hábito de picar entre horas.
Existen asimismo pruebas científicas convincentes de que los niños y niñas que dedican más tiempo a tareas sedentarias tales como ver la televisión o los juegos de ordenador presentan más probabilidades de tener un exceso de grasa.
Según las recomendaciones de la OMS, los niños deben mantener la actividad física: un mínimo de 60 minutos diarios de actividad física de intensidad moderada o vigorosa que sea adecuada para la fase de desarrollo y conste de actividades diversas.

Prevención durante el periodo de lactancia:

La OMS recomienda la alimentación exclusiva al pecho durante los primeros 6 meses de la vida del niño y continuar el amamantamiento junto con las comidas complementarias adecuadas hasta los 2 años de edad o más.
La leche materna es el alimento que mejor se adapta a las necesidades tanto nutricionales como inmunológicas, etc. del recién nacido. En el caso de que ésta no fuera posible, bien por contraindicaciones médicas o porque así lo decidieran los padres, utilizaríamos las leches artificiales. Las fórmulas artificiales están reglamentadas a nivel europeo por la Directiva 2006/141/CE.
También es importante que la alimentación complementaria se introduzca después de los primeros seis meses de edad, con el fin de reducir el riesgo de alergia a los alimentos y para prevenir la obesidad.
A veces el alimento se utiliza para calmar a un bebé. Se podría decir que el alimento es el somnífero para lactantes más comúnmente utilizado a nivel universal, particularmente en lactantes alimentados con biberón. Algunos padres incorrectamente creen que, si un bebé llora, lo más probable es que tenga hambre, o que el despertarse de noche es una señal de hambre.
Los requerimientos de energía en el lactante son mayores en la etapa inmediatamente posterior al nacimiento y van disminuyendo progresivamente durante el primer año. Los lactantes y niños de edad temprana tienen una capacidad innata para regular el consumo de energía, sin embargo, todos conocemos casos de padres, o cuidadores en general, que nos hablan de que “el niño no quiere comer más, pero que al final han conseguido que se lo coma todo”. Hay evidencia de que estas prácticas inadecuadas pueden llevar al desaprendizaje de la regulación de la ingesta con el apetito, y las buenas intenciones de los padres pueden alterar el control innato de la ingesta energética del lactante.
Es en la etapa de introducción de alimentos, en la que debemos potenciar una alimentación saludable, aconsejar una alimentación variada rica en verduras, frutas y tubérculos y evitar un consumo excesivo de cereales.  En esta etapa es importante la introducción temprana a sabores y la variedad de estos, para facilitar la aceptación de alimentos nuevos. La exposición variada y repetida, ofreciendo alimentos que a menudo son inicialmente rechazados, durante seis días consecutivos, incrementa significativamente la aceptación y la ingesta de estos alimentos.
Durante los primeros meses de alimentación complementaria, la población tiene asumido que una de las tomas del día estará compuesta mayoritariamente de verdura. Pero poco a poco la ingesta de verdura va disminuyendo hasta en algunos casos llegar a desaparecer.

Periodo preescolar (3 a 5 años)

Algunos expertos consideran que la edad preescolar (2-6 años) es clave, porque en ella se desarrolla el comienzo de la interacción con el entorno y el desarrollo de costumbres y hábitos alimentarios que serán de gran importancia para el desarrollo del futuro nutricional. Hay que hacer hincapié en el consumo de frutas, vegetales, leguminosas, grano entero, pescados, aves y en general alimentos bajos en grasas saturadas y trans, además de bajos en azucares refinados y sal.
En esta edad además las técnicas culinarias comienzan a no ser las más correctas, como por ejemplo los fritos.

Periodo escolar (6 – 12 años)

La televisión y las otras tecnologías de la información y la comunicación (TICs) van adquiriendo un papel relevante. Además, la disponibilidad de dinero les permite comprar alimentos sin el control parental.
El desayuno suele ser rápido y escaso. En la merienda, se recurre frecuentemente a productos manufacturados y bebidas azucaradas y el horario de comidas es más irregular. 

Adultos

El perímetro abdominal (a nivel del ombligo) en la mujer debe ser menor de 88 cm y en los hombres menor de 102 сm. 

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Parásitos intestinales.